Basta

28.4.09 a las 23:48
De la gente desubicada y mal arreada
De los niños malcriados
De los padres permisivos
De las exigencias de la academia
De la gripe porcina, el dengue, la gripe aviar, y la vaca loca
De las mentiras del clarinete, de los fachos de la 10, de mi mamá que les cree todo
De los que fuman a las 7 30am y me da nauseas
De la montaña de monedas para viajar en el 57
De no poder dormir las horas que uno precisa
De los médicos que te recetan cualquier cosa
De los hospitales como el Austral que te hacen cualquier estudio con tal de cobrarte
De no poder confiar en nadie, porque siempre te cagan en algo
De no poder hablar con nadie, porque siempre tergiversan algo dicho y la ligás vos
De la hipocresía de la gente
De las mentiras de la política
De los negociados que hay en todas las instituciones
De los que se quejan por quejarse, sin contrapropuesta
De los que no tienen comprensión lectora básica e interpretan cualquier gadorcha
De los inspectores de lineas de colectivos que te discuten que la empresa cumple
De los disciplinados y tercos telemarketers que insisten con sus promociones garcas
De preguntarme que voy a hacer para mi cumpleaños, no voy a hacer nada, voy a dormir porque es feriado y no laburo, el que viene viene, y el que no, está todo bien, no me ofendo si no llaman, la vida y la amistad pasan más allá de un día como ese....
BASTA De tantas, pero tantas cosas, que no me alcanza el post ...

Vuelta a casa

26.4.09 a las 17:25
Vuelve la cachorra arrepentida... No, para nada arrepentida, pero me quedaba bien para empezar...

Ustedes recordarán que hace unos días me fui pa`la llanura pampeana (acabo de ver que gente como J està en tierra Inca!) ...

En nuestro caso, otros congresos igual de doctos y gente cèlebre, nos han llevado a tierras bellas de paisajes, mares, montañas, sierras, quebradas... pero esta vez, nos tocó Gral. Pico, La Pampa.



Si nos guiáramos por las apreciaciones del colega japonés que nos acompañó, les diría: a la hora que sea, en Pico, no hay nada... y en Sta Rosa, tampoco...

Pero, no era el objetivo del viaje ir a deslumbrarse por el paisaje precisamente. Ya lo dijera el Turco: que la estancia en Pico les permita reflexionar sobre lo socialmente construído, sobre nuestras prácticas en las casas de estudio del país y el mundo...no tenemos mares ni montañas, pero disfruten del viento y una puesta de sol pampeana (?)... Que lindo dijimos todos... mientras el gazebo que habìa dispuesto como sala volaba endemoniadamente junto al cabello con brushing de intelectualoides me pelos teñidos y otros de re-nombre (nooo...no de categoría sino con nombres tales como Burbules)

Como verán, la foto, poco dice. Una estación como tantas otras que hemos visto por el interior...abandonada ...vuelta Museo (esa manía de museificar lo viejo...por viejo)... que tiene paradójicamente pegados afiches de los patriarcas K anunciando progreso y desarrollo para la patria ...

En Pico no hay mucho para ver, pero si hay gente que te trata de maravilla. En todo sentido, no sólo aquella con la que estuviste trabajando codo a codo para que salga todo bien... sino hasta en la calle... en dónde te paran en avda. con sémaforo en verde, para cederte el paso?... detalles como éste, miles...

En Pico hay calles muyyy anchas... o sobraba espacio, o son pocos, el tema es que nunca te chocas a nadie... y si te chocan, te piden disculpas...

Algunos recibieron por mail la foto del tv pantalla plana, 29`en pleno pasillo de la UNLPAM ... se imaginan uno de ellos en la nuestra? o en la UBA?...No porque en la nuestra, se lo llevan los NoDoc a las 3 horas... si no dejan ni los picaportes... ni el papel higiénico...

Insisto con la idea, de que en Pico no hay nada, pero hay mucho a la vez. Igual, siendo bicho de urbanidad caótica, el sábado casi pierdo la cabeza de no saber qué hacer dando vueltas...

El congreso, bien, gracias, más de lo mismo. Pagás por un certificado que dice que expusiste tu trabajo, y hacés sociales con otros colegas o futuros colegas sobre lo bien que va tu equipo de investigación... o te presentan en sociedad académica, cual prácticas medievales...

La ciudad en si... parece una estampa de mediados de la década del `80... Relojería El tic Tac, Mercería Hilachas, Tiendas: Mirta, Marta, Cortese,Pilchería, o el Super del jeans, rezan ropa para toda la familia ...todavía quedan carritos en las esquinas que venden copos de azúcar, y manzanas con pochoclo, y todavía la gente gusta de tomar helados en heladerías cuya marquesina es una chapa con dibujo de cucurucho y helado de vainilla y chocolate encima, lejos de grandes ploteos o luminarias... Obviamente, tenemos cadenas multinacionales que cagan la visual de una esquina, como la RMeg ... pero son pocas...




Así es Pico.- Y ya estamos en casa, otra vez.

Que nivel!!!!

22.4.09 a las 8:50


Hasta alcancé a dejarles un video de una versiòn excelente de Pedro Gabriel...

Verito, cuidá la cueva, recordá que ahora sos la jefa. No permitas que nadie se divierta!!!

Wallasse, cuidá a M, a los Lolos, a Fauna, a todos.

Fedex! El pasillo le pertenece! manténgame al tanto si toman el rectorado, así ni volvemos!!!

Oso, no haga cachorreadas en mi ausencia, ni compre alfajores de maizena sin mí.

Yaya, ojo con el YonYon.

Chichas, no me extrañen.

Chichis, disfruten la reunión del sábado. Voy a la próxima

AJ, gracias por el esfuerzo fotoyopero a las corridas y por la música.

En horas, fuera de la órbita bonaerense. A los que el domingo vayan, nos vemos en la Feria del Libro (voy ...como llegue... )

Igual, ni sueñen que los deje en paz. Tengo wifi.
21.4.09 a las 21:40
Camaleón: famoso por su habilidad de cambiar de color según las circunstancias, por su lengua rápida y alargada, por sus ojos, que pueden ser movidos independientemente el uno del otro. Están equipados con fuertes garras que le dan tracción para trepar en troncos y ramas.
Es increíble como algunas personas adquieren las mismas habilidades de este pequeño y aparentemente inofensivo reptil.

hasta cuàndo?

a las 17:51

hasta cuàndo el bondi q salpica en la vereda?
hasta cuàndo la vieja te apoya la bolsa en el tren para q le des el asiento?
hasta cuàndo exposiciones de arte en horarios pedorrìsticos?
hasta cuàndo no va a haber monedas para el bondi?
hasta cuàndo las panaderìas abiertas sin churros ni bolitas? (maldiciòn!! q cierren entonces!!)

...hasta cuàndo caterina abusaràs de nuestra patientia? (no entendiste, no? escuchalo a Peña)

...y por ùltimo... hasta cuàndo msjitos con 24, 48 y hasta 72 horas de retraso?!?!?!? eh? eh? hasta cuàndo la gadorcha comunicante?!?!?!?!?!?!?

ah... me siento mejor.
me voy a comer cereales con yogur marca Eki de $2.75 el litro...

El mundo por delante

18.4.09 a las 19:59





A veces uno cree que se puede llevar el mundo por delante. Pero no. Evidentemente, no siempre es así.

A veces uno cree que las cosas son fáciles, cómo puede ser que tal cuestión no pueda resolverse?... y hacia eso va, con todo el cuerpo, y se da la cabeza contra el blindex, transparente, pero, duro como una roca.

A veces uno cree que puede cambiar el curso de algunas cosas, de algunos pequeños espacios de las instituciones, y no se da cuenta que el statu quo es más fuerte de lo que pensaba (y no me refiero precisamente al mio, al que perdí días atrás).

A veces uno cree que aquellas utopías que forjó de más joven, que fueron parte de largas noches de debate, pueden ser posibles aún, pero la realidad te devuelve un cachetazo de cinismo y manzanas podridas que ganan la pulseada, que te dejan como trompo, dando vueltas, diciendo, pero si ....cómo?...

A veces, uno piensa que está haciendo las cosas bien. Pero el resto no, y de pronto, eso es lo que cuenta. Y te quedás en pampa y la vía.

A veces, uno cree que haciendo lo que le gusta, pero lo que le gusta, también le está haciendo mal, entonces, se llama al silencio, y no se sabe qué hacer.

A veces, uno cree que no le hace mal a nadie con su estilo de persona, sus comentarios, y de pronto aparece una sentada contodosentucontra que te deja helado.

A veces uno se cansa, de que su madre, jamás recuerde que hace de su vida, si todo el tiempo le pregunta por ella.

A veces, sólo a veces, pasa todo esto, y cuando pasa...

Ahí te quiero ver...

Cuando putear te oxigena el enojo

17.4.09 a las 23:27


Sólo parte de los mortales podrán comprender por qué Gral Pico me cansó.
Por qué Papá Noel me cansó.
Por qué la gadorcha comunicante me cansó.
Por qué tonta pobre tonta me cansó.
Por qué el peludaje me cansó.
Por qué dejé el gato afuera (porque me arañó!)

Escenario distinto, jefe distinto, el viernes de limadura, dejó a mucha gente puteando jefes/as y demases.

Dale, sumate, puteá vos también.

Enrique Symns: "El Once Nocturno, como Hong Kong"

15.4.09 a las 11:38

lo que cuelgo a continuación, aparece en el Dirario Crítica de la Argentina, del día de hoy.

En la década del sesenta alumbró su mayor y primer ícono rockero, el mítico bar La Perla, donde se compuso “La balsa”. Hoy, los laberintos del barrio se cubren de marginalidad, delito, de bares donde descansan las prostitutas; y hay un enjambre de niños y adolescentes fumadores de restos de pasta base de cocaína, y una colonia de emigrados peruanos que cambió la fisonomía étnica de Once. Sin embargo, algunos personajes sobreviven como hace 25 años.


Ese pequeño y laberíntico Hong Kong que es el barrio Once Nocturno tiene un epicentro, un eje, un inconfundible Obelisco y es el bar La Perla, en la esquina de Jujuy y Rivadavia. Posiblemente no gane el primer puesto en la competencia de antigüedad: está abierto desde mediados de la década del 60. Y casi seguramente su aspecto en la adolescencia ha sufrido más transformaciones que el bar Británico en San Telmo o el bar La Paz de la calle Corrientes. Sobre el cementerio donde nació “La balsa” ahora se levanta un hotel de cierto lujo, un cómodo restaurante con una carta internacional y un bar que cuenta con el mejor salón de fumadores de todos los que he visitado. A pesar de los cambios, el mozo cuyo nombre es Vicente, igual que hace casi 25 años, todavía me sirve el café. Él y yo somos los únicos sobrevivientes del remoto pasado.

“Enrique… son más de 25 años... deben ser 27”, me aclara enseguida Vicente. “Llevo 27 años trabajando todos los días en este lugar.” Robusto, muy grandote, con brazos de rugbier, cariñoso, humilde, Vicente guarda un recuerdo mil veces más preciso que el mío sobre el escenario caótico, creativo, delirante e interactivo que se desplegaba entre los parroquianos de todas las mesas durante el transcurso de gran parte de las noches de la década del 80. Fue la mejor época de La Perla, aunque en la puerta del baño haya hoy una placa que les recuerda a los turistas el lugar en donde Litto Nebbia y Tanguito compusieron uno de los temas más célebres del cancionero popular argentino. Misteriosamente, toda la opulencia y elegancia del bar se extinguen al atravesar la puerta para ir a mear. El baño sigue siendo la misma porquería incómoda y maloliente en donde meábamos hace 30 años.

Tal como los malandras que se refinan, La Perla, acosado por la peligrosidad de la zona, cierra sus puertas a las 10 de la noche. Así que para seguir bailando hay que atravesar la plaza y tomarse un trago en el bar que usan las putas de la noche para descansar o para compartir el fracaso de las cada vez más frecuentes jornadas sin trabajo. El bar, abierto las 24 horas, está sobre la calle Catamarca frente a la antigua terminal de ómnibus internacional, ahora transformada apenas en un paradero de bondis locales. Como en casi todos los boliches de la zona, la prohibición de fumar la obedecen las moscas y las cucarachas. No imagino a ningún inspector de la municipalidad atreviéndose a entrar con su talonario de multas. Es que el Once Nocturno es más peligroso y salvaje que Hong Kong. Aquí no rigen los códigos morales y sanitarios de los burócratas. La gente que anda por aquí ha decidido que a su salud la cuide Montoto.

El vendedor de diarios de la esquina de Mitre y Pueyrredón es trotskista y desde la noche en que me vio usando una remera (que me habían prestado) con la figura de Salvador Allende y Pablo Neruda abrazados, no me permitió pagar ninguno de los viejos ejemplares de El Tony, D’Artagnan o Fantasía que yo iba a comprar.

El hall de la estación tiene su propio pueblo nocturno. Los vendedores callejeros de factura barata y chipá, los quiosqueros madrugadores esperando el camión, los pasajeros que quedaron colgados y esperan el primer tren de la mañana, borrachos y peleadores, mendigos y vagabundos, empleados del ferrocarril y policías a punto de iniciar o terminar su turno conforman la pequeña y mutante población de esa diminuta ciudad que es la estación de trenes.

El pedazo de selva más enmarañado y espinoso nace en el túnel que pasa bajo las vías en la calle Jean Jaurès y que comunica la desaparecida calle Mitre (secuestrada por las ruinas de Cromañón) y la calle Perón. Hace unos años era realmente peligroso atravesar ese túnel a la noche sin correr el riesgo de ser tajeado, asaltado o violado por la horda de desclasados que establecieron allí su morada nocturna. La presión de los vecinos logró que el gobierno de la ciudad y la policía expulsaran al enjambre de niños y adolescentes fumadores de paco y navajeros, púberes hermosas de facciones atigradas escapadas de algún penitenciario o fugitivas de un hogar aterrador, locos de remate tratando de representar el papel de porongas con un cuchillo en la mano, y también grupos familiares que fueron expulsados del mercado laboral y de las villas, y pateados de calle en calle hacia el bajo fondo de la ciudad. Pero bajo el doméstico pasto que sembraron las autoridades sobre ese ficticio jardín, aguardaban los yuyos. Las hordas regresaron. Atravesé el túnel junto al fotógrafo. Una hermosa rubia de no más de 25 años yacía en uno de los colchones exponiendo sus abundancias. Del otro lado de la calle, una pareja de adolescentes dormían semidesnudos y abrazados al sueño del paco. La bombachita azul de la niña era observada por los ojos obscenos del tráfico.

Pero Jean Jaurès es una calle imprescindible. Desde Perón y hasta la avenida Corrientes está plagada de cuevas milagrosas. En la esquina de Jean Jaurès y Sarmiento, en un localcito de diminuto tamaño pero con amplias vidrieras, se encuentra la librería de libros usados más importante de la ciudad. Se llama Tercera Fundación y su dueño es Víctor Malamud. El local está atestado de libros. Más atrás de las vitrinas de exposición donde se exhiben los bestsellers y novelas policiales, están los estantes y anaqueles donde se acumulan centenares de libros apilados sin orden alfabético, ni género, ni temática alguna. Allí están ocultas las joyas. Tú le dices a Víctor: “¿Es posible que tengas un ejemplar de Rock Springs de Richard Ford o los cuentos completos de Norman Mailer? Víctor –que tiene dificultades para caminar– te va guiando con su voz, como si jugara una partida de ajedrez a ciegas con Najdorf, hasta que lo encuentras. Hundido en su sillón y casi aplastado por los libros que lo rodean Víctor se vanagloria: “Tengo algunas primeras ediciones y sobre todo libros antiguos, lo que ahora llaman raros, libros y autores agotados que nunca fueron reeditados”.

Permanecer una hora sumergido en la oscuridad de esa cueva puede resultar asfixiante. Hay que cruzar la calle para tomarse un fernet Cinzano en Lo de Pepe, en la otra esquina de Sarmiento y Jean Jaurès, invisible para los ojos de las multitudes cultas que visitan el Konex, a pocos metros del barsucho. Tiene una barra respetable, apenas siete mesas y un baño tan pequeño que sólo puede entrar un cliente por vez. Para ir a mear hay que golpear la puerta. El alma de ese lugar es el mozo, José. Tiene el físico de Mike Tyson y su trompada debe poseer una potencia equivalente. Su rostro es fiero, le faltan algunos dientes. Su cuerpo está cubierto de cicatrices. Nació, creció y se hizo de la pesada en esa esquina. De pibe estuvo involucrado en tremendos tiroteos, creyó ser capo y en la cárcel le avisaron que era apenas un drogón. En aquellas remotas épocas José fue el terror del barrio. Uno de esos tipos que te convenía esquivar si lo veías venir. Atravesado por la luz misteriosa del amor de una mujer, el monstruo se convirtió en ángel. Si no te cuenta su historia, te parece imposible imaginarlo agresivo. José es uno de esos amigos del alma que mi alma tiene la suerte de contar. Lo de Pepe más que un bar es un club privado. Los clientes –el médico jubilado, el taxista gritón, el tartamudo, los “gerentes” (cuatro tipos que comen y beben lo más caro que puede vender el cuchitril), las maestras. Esa gente está en el bar todos los días de todos los meses de todos los años. Si eres un extraño, claro que puedes beber y comer y saciarte. Pero si un intruso se atreve a creer que puede integrarse a la conversación de los socios, será José quien le ponga los puntos y lo obligue a mantenerse callado en el rincón del silencio de todas las visitas.

En el atardecer de la calle Jean Jaurès, desde Sarmiento hasta Corrientes, esas tres calles se pueblan de pequeños comederos, el Mundo Perú comienza a mostrar su periferia. En esos cuchitriles además del ají de gallina o del pisco sauer, hay cabinas telefónicas para llamar a otros países casi por monedas, y desde recónditas escaleras descienden preciosas adolescentes morochas, de pechos erguidos y culos apenas escondidos dentro de pequeñas bombachitas. En ese lento anochecer del atardecer, casi sin que te des cuenta, te ves rodeado de los vendedores de paco que merodean los colmados cibercafés y los kioscos de cigarrillos que cuando los clausuran por vender alcohol igual siguen vendiendo alcohol.

Como en la selva o como en los bosques, en cuanto el anochecer ciega la tarde, todas las bestias libres y salvajes de la calle Jean Jaurès salen a alimentarse.

La leyenda del Viejo Juan

Hace muchos años que vivo, de mudanza en mudanza, en pensiones y hoteles de mala muerte en los que pude conocer en su intimidad –en un recorrido ciertamente no elegido y del que siempre intenté escapar– los laberintos habitacionales en donde los bravos pobres de la urbe consiguen sobrevivir.

En el año 2006, sin embargo, como consecuencia del desastre de Cromañón, que expulsó a la clase media de sus inmediaciones, conseguí una habitación hermosa en el segundo piso de un edificio ubicado sobre la calle Perón 3045. Ese edificio, el follaje exuberante y casi selvático que crece en el pasillo central, los balcones y barandas, su diseño casi de arquitectura cubana, ha sido el paraíso de los fotógrafos durante muchos años. Alguna vez fue de lujo. Hoy es una cueva lumpenal donde, como en algunas villas, conviven los legales con los ilegales. Cuando llegaba muy tarde, era posible encontrar un sendero de gotas de sangre que iban trepando por las escaleras hasta desaparecer en la penumbra de algún pasillo. Cuando atravesaba el jardín, no podía evitar cierto cobarde temor a los alacranes o escorpiones que la administración nunca consiguió exterminar o siquiera controlar su reproducción. Esos escorpiones (cuyo origen nunca fue aclarado, aunque la leyenda cuenta que llegaron en un tren de carga que descarriló en las cercanas vías) aun cuando los expertos opinan que su veneno es inofensivo, a veces se cargan un cachorrito de gato o de perro.

En el segundo piso, junto a la escalera, estaba la pensión donde me instalé y cuyo encargado era el Viejo Juan, una leyenda en el barrio. Su historia es bastante infrecuente aunque aquello que lo tornó inolvidable en todo el vecindario fue su sonrisa. Nunca dejaba de sonreír. Enojado, deprimido, triste o aburrido, sonreía. Su risa era un faro de luz para las pobres gentes que colmaban el hotel, esa sonrisa iluminaba la penumbra de todas esas almas que trataban de vencer al implacable destino que los derrotaba una y otra vez acorralándolos contra las rutinas de esa vida casi carcelaria que puedes hacer en una pensión.

Juan era correntino, en la juventud lo trajo a Buenos Aires su madre, que era la cocinera del Gordo Porcel. “Un gran hombre, un gran amigo –me contaba Juan– todas las noches después de salir del teatro, el Gordo paraba el taxi aquí abajo y me gritaba: “Che, correntino dormilón, vamos a comer”. A 50 metros de este edificio, en la esquina de Perón y Jean Jaurès, donde ahora se yergue una gigantesca ferretería industrial, había en aquellos años una famosa parrilla donde era habitual encontrar cenando a importantes miembros de la farándula.

Cuando lo conocí, el Viejo Juan vivía en un humilde pero luminoso cuarto no muy diferente al resto, junto a la Chori, su compañera de toda la vida. A poco de casarse con ella, cuarenta años atrás, Juan se compró al azar un billete de la Lotería Nacional y se ganó la grande. No se compró nada. Durante cuatro o cinco años él y la Chori viajaron por todo el mundo, sin despilfarrar, yendo a hoteles de media estrella en Madrid, o viviendo en la casa de un pariente de un amigo en Lisboa. Cuando charlábamos en los almuerzos que me invitaba Juan a su cuarto, La Chori se acordaba de sus viajes en barco, de algunos paisajes europeos, pero lo que no podía recordar era la fecha de la última vez que había bajado los casi 100 escalones que la separaban de la calle. Quizá llevara seis o siete u ocho años sin bajar a la calle desde que sus piernas se doblegaron y sólo le permitieron caminar muy pero muy lentamente hasta el baño, la cocina o el balcón. Para La Chori, el mundo era sólo un recuerdo.

El Viejo Juan, en cambio, con sus 78 años, bajaba todos los días, al mediodía, y se caminaba los 150 metros que lo separaban del bar Lo de Pepe. Allí se embriagaba, se tomaba con lentitud pero con avidez una botella entera de vino tinto que le permitía flotar en el globo aerostático de una aventura imaginaria volando muy por encima de la venganza de la cirrosis que lo acosaba. La Chori jamás debía enterarse que él bebía y mucho menos que se fumaba sus seis o siete cigarros negros todos los días. Desesperado, algunas noches de insomnio, me golpeaba la puerta y yo lo le daba aguante para que se fumara dos cigarros y se tomara de un saque un trago de la ginebra que yo bebía.

Al hacer esta nota me enteré que el Viejo Juan apenas alcanzó a festejar este último Año Nuevo. A los pocos días la cirrosis se cobró venganza. Sin darse cuenta, dormido, su alma se extinguió en la nada.

La Chori, como si fuera una roca indestructible, sigue viviendo. Sin el mundo, sin su compañero. Los vecinos le cocinan y la llevan al baño y hasta la colocan frente a la ventana para que mire el paisaje de los trenes.

tengo miedo a equivocarme

13.4.09 a las 11:16
juro que esto que les voy a contar es cierto: acabo de cruzarme en la calle con un sujeto que mientras caminaba, hablaba por celular. Le contaba a quién sabe quién que tenía miedo a equivocarse: "¿sabes que pasa? es que tengo miedo a quivocarme".Si, así como lo leen, lo dijo.tengo miedo a equivocarme.escuchar esa frase me permitió cuestionarme mis miedos. Mi miedo, en realidad. Que es uno sólo: temo volverme loco. Y temo enloquecer porque la habilidad de ver distinto, me consta como la última y mas terrible de las verdades. Y veo distinto porque pienso distinto, porque soy diferente, porque me veo y me pienso sin reconocerme inmediatamente.Es decir, puedo ver y pensar, ademas de sentir.son construcciones disociadas...y eso hace que no tema mas que a perderme en estas disociaciones: a perderme dando vueltas y nunca jamás volver.y ahí me pregunto: ¿volver a dónde?o sea...
tranqui, Ili: dando vueltas en mi propio ser, caí en cuentas de lo siguiente. No hay nada mas errático, impreciso y en estado permanente de mutabilidad que es status quo. creo poder ver que todo el tiempo sucede algo, por pequeño que sea, que cambia para mantener todo tal cual ha sido hasta hoy...así que don uorri, este es sólo un nuevo status quo que no tardará en reemplazar al veijo y obsoleto status de... de... de la semana pasada?bueno, quizás no sea taaan viejo...

ves? yo iba a hablar de otra cosa hoy... y acá estoy, divagando sobre lo que no pensaba...

he sido libre :)

Se busca !!!

12.4.09 a las 20:15
Statu Quo, perdido en el curso de la semana pasada. La última vez se lo vio el martes 8 sobre las 17hs en las inmediaciones de Luján. No se sabe nada de él desde entonces.

Hasta entonces la vida estaba desordenada, pero estable, concreta y palpable.

Ahora está cambiada, desordenada, inasible... sin rumbo...desconcertante...

Quien les escribe, lo busca desesperadamente. Cualquier dato, ya saben cómo encontrarme.

La vida patas arriba.

9.4.09 a las 21:56
Yo sabía que detrás del chochán blue, se venía algo raro, algunos cambios o tal vez novedades.-

Pero nunca imaginé que tanto.

Todavía con la boca abierta.

Eh.... En fin.-

5.4.09 a las 15:28
Si ustedes pensaron que podrían haber encontrado algo mejor. Se equivocaron.



Es así.- Es domingo. Es el ritmo del día.

La pregunta, es qué se busca viviendo aceleradamente, atropelladamente, haciendo tantas cosas a la vez, y a la vez sin hacer nada que realmente colme tus expectativas, o si, pero a qué precio...

Porque por lo pronto uno sólo querría estar sentado sobre la arena y que nadie te nombre, te piense, te hable...

Pero la arena está lejos. Fuera del alcance de los tiempos de abril. Y solo te queda el atropello de la rutina. Entonces no te queda otra que comer algo rico, ver a tus amigos, y escuchar buena música...

En fin.-

Viernes de limadura: cómo se divierten las bedettas mientras esperan el dictamen?

3.4.09 a las 15:27
Ya está CASI, todo el jurado reunido. Prometieron hacer un esfuerzo, ES PROMESA NADA MÄS, y ver si terminan de una buena vez...

Las bedettas, sin jerarquía, porque prorrogadas son todas iguales y divinas, esperando el dictamen pierden la cabeza...

Ya habrán visto nuestro mail masivo... un psicólogo presente en una pecera aledaña hizo sus aportes, pero nada nos conforma...

Así que acá estamos... LOCAS - DEMENTES - DELIRANTES -

Ya:
- nos comimos todo lo que había a nuestro paso...
- ya acogotamos amigos,
- nos tiramos pelotas de papel,
- pusimos Fools Gardens y subimos el volumen en Lemon Tree,
- nos rayamos, nos subrayamos,
- nos tentamos de risa hasta ahogarnos varias veces,
- tomamos Pepsi a falta de Coca,
- ibuprofenos, aspirinas,
- alfajores, café, cortado, TODO

Y lo último que hicimos, fue jugar a los silloncitos chocadores...

Ahora preguntándonos por qué en nuestro almacencito hay te de todos los colores, café descafeinado (Vero larga esa mugre) y no hay Ron o algo más fuerte...
2.4.09 a las 21:28





Así pasamos el día. Dormimos todo el día. Bajo la ley del menor esfuerzo...

Eso si. En medias.